martes, 28 de noviembre de 2017

¿Son los reality show un aporte positivo para la cultura?





Si hay un rincón inviolable para todo ser humano es su privacidad; un espacio sagrado en donde podemos lamernos los sinsabores de la vida cotidiana como celebrar triunfos personales, incluso de manera compartida - claro que es la decisión de cada quien de hacerlo así o no -, con la gran satisfacción de que nadie tiene que saberlo. Esa es una de las mayores ventajas de ser una persona ordinaria, aquella gran virtud de pasar desapercibid@s ante la sociedad, sin que nadie sepa ni le interese lo que haces con tu pareja, en el baño o cuando comes tu comida favorita, ya sea chatarra o las supuestas dietas sanas.


Claro que esa condición de ser anónim@s se pierde ya sea cuando eres una celebridad o, en el peor de los casos, al firmar un contrato para aparecer en un programa de televisión que te garantirzara unos cinco minutos de fama; es lo que les suele llamar programas de telerealidad o reality shows, como son conocidos peyorativamente por la gente. Pero, ¿a qué se debe el auge de esto que se conoce en círculos intelectuales como programación basura?, si bien se le puede atribuir a la gran necesidad de personas ordinarias, casi siempre carentes de un talento capaz de hacerlos sobresalir en algo sobre los demás - o sea de entre nosotr@s -, de lanzarse al estrellato como de otras cosas - entre ellas mucho dinero o hasta una pareja con posición acomodada -, tambien es muy cierto que los bajos costos de este tipo de programas los hace bastante rentables para las grandes televisoras.


Analizando brevemente este fenómeno mundial de la "televisión basura", nos damos cuenta de que más parece una mala telenovela de tercera categoría que un reflejo de la realidad cotidiana que supuestamente busca representar: las constantes discusiones, peleas, faltas de respeto, el morbo, las alianzas - que más parecen de conveniencia que de un supuesto deseo de "solidaridad" -, las traiciones, las intrigas, los romances forzados, las infidelidades y esos personajes secundarios que nunca hacen falta - probablemente actores contratados para sembrar la discordia entre l@s participantes -, que complican aun más esta trama sin guión en donde al final quien gana no es necesariamente el/la mejor portento de una sociedad en decadencia, esa que desde el once de septiembre sigue buscando un norte sin brújula y cuya aparente debilidad han sabido aprovechar los terroristas islámicos para tratar de imponer sus restrictivos valores a los nuestros; los mismos que se están tambaleando ante nuestros propios ojos, esos que han sido forjados desde el tiempo de la ilustración francesa y que dieron como resultado nuestra armoniosa y democrática sociedad occidental. En este contexto, la programación basura no es más que el reflejo de un mundo occidental que está enfermo, refugiandose en el hedonismo, las drogas, el alcohol, el tuiter, el facebook, snapchat y cuanta red social exista, reemplazando el contacto físico por el virtual y en donde cualquier noticia falsa es capaz de ser tomada en serio por cientos de millones de personas, por la falta de criterio formado de quien las lee; caray, tal parece que hasta la falta de educación es un problema endémico tambien.



Ya sea que se trate de Big Brother, The Amazing Race, Survivor, The Bachelor, The voice, Operación triunfo, Combate, Calle 7, Esto es guerra, Latin american idiot, digo idol y muchísimos más, todos estos promueven los antivalores que esta sociedad está hambrienta de consumir, como si fuera el menú de Macdonalds - Qué casualidad, acabo de descubrir que la televisión basura y la comida chatarra se pueden dar de la mano, encima de que las palabras basura y chatarra son casi sinónimos -. No en vano tenemos de presidente de la primera potencia del mundo y cabeza del mundo occidental a un bodrio de persona que, casualmente, fue animador de un programa de televisión llamado "El aprendiz". Saque sus propias conclusiones y hasta la próxima entrada.

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